Joya del tiempo. Fortaleza templaria. Lechazo castellano. Misterios ocultos. Cantigas de Alfonso X el sabio. Camino de Santiago… Villalcazar de Sirga es una de esas poblaciones tesoros que no puedes dejar de visitar. Nada se imita; es la esencia. Los mejores sabores castellanos y los más profundos misterios son algunos de los estímulos que te sugerirá la visita a este precioso pueblo palentino.

El topónimo de Villacázar proviene de la aglutinación del sustantivo latino “villa” (quinta, granja, etc.) más el árabe “quars” (palacio o fortaleza). Lo de Sirga se refiere a la que así se denomina al viejo Camino francés. Ya, en la documentación de 1069, se citaba a esta villa como Villasirga en referencia a la vía o camino que pasaba por sus cercanías.

A mediados del siglo XIV había en Villasirga tres iglesias que advocaban a San Pedro, Santa Marta y San Cebrián. Pero hubo dos que estaban bajo la advocación de Santa María: una la actual parroquia y la otra, la ermita actual de Nuestra Señora del Río, que también fuera parroquia. En los primeros años del siglo XIII, la iglesia de San Pedro era propia del Monasterio de San Zoilo de Carrión, y en aquel siglo XIV aparecía el Santuario de Nuestra Señora la Blanca, de Origen templario. Los peregrinos podían además visitar la ermita del Santo Cristo del Humilladero.

Fue Santa María una de las 28 encomiendas de la orden del Temple en la corona de Castilla por 1307, y única en Palencia del Temple. En 1661 se creó el título del Conde de Villalcázar de Sirga, que luego dejaría como señor de la villa al obispo de Palencia.

Poseía Villalcázar a finales del siglo XVI con cerca de 1100 habitantes, a mediados del XIX con 484, en 1900 con 695, en 1930 con 619, en 1960 con 550 y en 2005 con 220.

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